Corsos de San Vicente

Corsos
de San Vicente

El corso sanvicentino se inició en 1895 como una iniciativa privada, con el objetivo de generar un carnaval para los obreros, para competir con el corso que se desarrollaba en el centro de la ciudad, extinto desde hace años.

En 1932, Belisle, el interventor municipal, anuló por decreto la comisión organizadora del corso. Los vecinos decidieron seguir con el festejo, aún cuando Belisle había ordenado la presencia policial y el corte del suministro de electricidad en todo el barrio. Esta rebeldía vecinal y su capacidad autogestiva le valió al barrio el nombre de la “República de San Vicente”, como demostración de independencia frente al resto de la ciudad.

El público asistente a los corsos se deleitaba viendo el desfile de las comparsas, algunas de ellas de gran lucimiento, en cuanto a los trajes de sus integrantes como en el número de sus componentes. En su mayoría venían de distintos barrios de la ciudad, ofreciendo una dura competencia entre las
mismas, disputando los premios asignados por su concurrencia. Las comparsas de mayor relevancia estaban compuestas de: parejas de gauchos y chinas, con lujosos trajes; los diablos con sus capas cubiertas de espejos y cadenas, y en su diestra el trinchante amenazando a los eventuales rivales; los condes con trajes de gran colorido, luego los indios luciendo distintos aprestos, unos con plumas en la cabeza y cintura, otros con plumaje entero desde la cabeza hasta los pies, estos eran los caciques, las plumas de colores los distinguía y hacían lucir la altivez de sus estampas; también iban los cocoliches, remedos de inmigrantes recién llegados al país; también aportaban lo suyo los apaches, imitando a los salteadores parisinos, ataviados de gorra, pantalón negro, camisa a cuadros, anteojos oscuros, linterna en la mano derecha y un manojo de llaves en la izquierda.